Mejillón cebra, picudo rojo, avispa asiática, mosquito tigre, caracol manzana, siluro, visón americano…son nombres que cada vez oímos con más frecuencia en los medios de comunicación. ¿Qué tienen en común? Todas ellas son Especies Exóticas Invasoras (EEI), que es como denominamos a aquellas especies que se hallan fuera de su área natural de distribución causando daños al medio ambiente, a la salud o a las actividades económicas.
La mayoría de especies exóticas no representan ningún problema ambiental y muchas son fundamentales para la producción de alimentos. Pensemos por ejemplo en el maíz o la patata, no se nos ocurriría llamarlos exóticos!
Gran parte de las especies exóticas nunca llegan a ser invasoras porque no se adaptan al nuevo ambiente. Pero una pequeña parte sí lo hacen. En su nuevo ambiente, carecen de depredadores, parásitos o enfermedades, que dejan atrás en su región de origen y, además, suelen ser especies muy competidoras, capaces de desplazar a las nativas. Su control, una vez que se establecen, es muy difícil y costoso, por lo que, evitar y prevenir su introducción es mucho más sencillo y económico.
¿Cómo afecta el cambio climático a las especies exóticas invasoras?
Se espera que con el cambio climático la mayoría de las especies exóticas sean capaces no solo de sobrevivir, sino expandirse hacia zonas actualmente inaccesibles debido a las limitaciones impuestas por el frío. En uno de nuestros estudios calculamos que las especies invasoras podrían avanzar a una velocidad media de 55 kilómetros la década en Europa, una cifra mucho mayor que la esperada para las especies nativas. Los cálculos auguran que las zonas del norte y el este del continente serán las más afectadas. El sur de Europa, incluyendo España, estaría expuesto a la llegada de nuevas especies invasoras, todavía no sabemos muy bien cuáles, desde latitudes más bajas.
Una de las consecuencias del cambio climático es el aumento en la frecuencia de eventos extremos: tornados, tormentas, inundaciones, fuertes vientos, sequías sin precedentes, eventos que arrasan con un ecosistemas, sobre todo con las especies más vulnerables que lo habitan, y abren nuevos espacios que son rápidamente colonizados por especies oportunistas, habitualmente invasoras.
La gota fría que acabamos de tener en Murcia es un buen ejemplo. La proliferación de caña invasora en las orillas y ramblas no retiene el suelo como los sauces y álamos originales y genera un trasmallo que tapona los cauces, los puentes y agrava las consecuencias de la crecida. A su vez la crecida arrasas espacios que son rápidamente colonizados por especies como la caña, generándose un círculo vicioso de degradación.
Otro ejemplo de retroalimentación entre cambio climático y especies exóticas lo tenemos con las especies pirófitas a las que les gusta el fuego, como el eucalipto, la hierba de la pampa o el rabo de gato. El aumento de temperaturas aumenta la frecuencia de incendios, que favorece la expansión de este tipo de especies invasoras, que a su vez resecan el terreno y aumentan la carga de combustible disponible, y por tanto el riesgo de incendio.
¿Cómo nos protegemos del avance de las especies exóticas bajo cambio climático?
Debemos ser cuidadosos con las medidas de adaptación al cambio climático, porque en algunos casos pueden favorecer sin querer la expansión de especies invasoras. Es el caso de los cultivos de plantas exóticas para generar biocombustibles, o los trasvases de agua entre cuencas que favorecen el intercambio de especies.
Las áreas protegidas juegan un importante papel en la mitigación y adaptación al cambio global: son un refugio para la flora y fauna local frente al avance imparable de las invasiones biológicas, mantienen la integridad de los ecosistemas y tienen un efecto de amortiguación sobre el clima local.
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